(Extraído de mi libro “Debes enterarte antes de endeudarte”)
Un poco de “historia” …
Yo he sido intermediario de Crédito Independiente muchos años, creo recordar que intermedié mi primera operación hacia el año 10998-99, fue un favor realizado a un cliente en apuros, por una cuestión puntual, aprovechando mi experiencia y trato fraguado con las más de 165 oficinas bancarias mientras trabajaba en el despacho de Corredor de Comercio. En aquel momento no le di más importancia, ni me imaginaba que un año y algo después, debido a un goteo de solicitudes de mejoras de condiciones bancarias, reunificación de deudas, o incluso, atender sin apuros nuevas obligaciones se convertiría en mi actividad principal hasta aproximadamente el año 2009 cuando la crisis galopante iniciada en el 2007, me convenció que yo ya no ayudaba a solventar problemas, sino a poner parches y comprar tiempo a situaciones insostenibles y, entonces decidí dejarlo por ética y conciencia. Gracias a Dios no necesitaba de esta actividad para pagar mis facturas, y a pesar de que cerraba operaciones en toda España, dormir con la conciencia tranquila siempre ha sido lo más importante.
En esa época no existía una legislación concreta respecto a la intermediación y a los intermediarios que llegó, como siempre sucede, tarde e incompleta, y no fue hasta el año, creo recordar 2009 que apareció la primera normativa para intermediarios que exigía una serie de requisitos mínimos (como inscribirse en un registro y tener un seguro de responsabilidad civil para responder ante el cliente) para poder ejercer como intermediario, y también otra similar para los prestamistas privados.
Durante muchos años podías encontrar, como en la inmensa mayoría de actividades, auténticos profesionales con formación, experiencia y vocación de servicio al cliente (yo procuraba ser de estos, lógicamente, tenía formación como abogado, experiencia tratando con las entidades, un seguro de responsabilidad civil desde el año 2001 – hasta el año 2009 no se impuso como obligatorio- con una aseguradora inglesa “Lloyd”, porque en España no accedían a realizármelo pues no entendían, en esa época, en qué consistía la actividad exactamente y los riesgos a cubrir, cosa que en Inglaterra era más habitual; también quise dar más “confianza” al cliente obteniendo, como persona física, el Certificado de Calidad UNE EN ISO 9001:2000 como intermediario financiero- toda una rareza), franquicias con gente poco preparada, por lo general, pues había un variopinto abanico de personas al frente de ellas, como ex comerciales, empresarios, gente en paro, siempre con grandes y honorables excepciones, que a la que empezó la tormenta de la crisis se pasaron muchos, rápidamente, a otro lucrativo negocio como el “compro oro” que se puso tanto de moda, entraron de la mano del franquiciador a hacer negocio y, por supuestos, “piratas”, oportunistas peligrosos, ávidos de clientes tan desorientados como necesitados, a los que sangraban en cada operación que conseguían cerrar en muchas ocasiones con prestamistas privados (muchos de ellos subasteros) que a cambio de altos intereses, siempre camuflados formalmente de honorabilidad, obligaban, en un corto plazo de tiempo a retornar fuertes cantidades de dinero, o se quedaban a cambio de un 25-30% de su valor, sus propiedades.